lunes, 15 de junio de 2009

Patria... la infancia


Cuando llegué por primera vez a la ciudad de México tenía 9 años, lloré tanto que mi madre imaginó que moriría de tristeza y me regresaron a mi querido pueblo, sólo para volver a la ciudad a los 11 años. Desde entonces vivo aquí y también desde entonces a todas las personas que preguntaban mi nombre yo orgullosa les decía que me llamaba Patria.

Era tímida y poco desenvuelta me pueden imaginar viendo por primera vez volar a los aviones desde una ventana del departamento donde llegué a vivir, pues si... con la boca abierta; me atreví también a raspar la escarcha de nieve del refrigerador y reconocer el sabor eléctrico tan diferente al sabor de los raspados.

Y como niña de campo me la pasé como las cabras tirando para el monte, o sea a todo lo que fuera verde.

Supe de lo mal visto, poco aceptable o de plano repudiable que tenía el significado del amor entre mujeres.

Las palabras malditas con las que se intentaba remitir al infierno a toda aquella que osara incursionar siquiera en tal pensamiento: marimacha, manflora; se escuchaban intimidantes casi como los cuentos de terror con los que nos entretenían por las noches antes de dormir, la única diferencia es que no me causaban tanto miedo como los muertos que se le aparecen a los vivos.

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